Turismo de lujo, un modelo emergente en República Dominicana

La condiciones climáticas, locación geográfica, entorno natural y sus playas hacen de República Dominicana un destino preferido por extranjeros para vacacionar.

Entre enero y septiembre de 2018 el país recibió 5,497,780 pasajeros por sus distintos aeropuertos. La cifra incluye a 5,009,417 no residentes, un aumento absoluto de 297,931 turistas en comparación con los 4,711,486 que arribaron al país en igual período de 2017.

Además de las ofertas tradicionales de los alojamientos dominicanos, hay un tipo de turismo que toma auge: el turismo de lujo, que se basa en las compras o experiencias diseñadas a la medida del cliente dispuesto a invertir más en sus vacaciones.

Agregar valor a los elementos tradicionales, como por ejemplo que el huésped tenga disponible el servicio de mayordomía, excursiones fuera del hotel, ofertas gastronómicas a su gusto, exclusividad en las áreas y más tecnologías en las habitaciones son algunas de las características del turismo de lujo.

En 2016, un estudio de la Asociación Nacional de Hoteles y Turismo de República Dominicana (Asonahores) y la escuela de negocios Barna Business School resalta que el turismo de lujo fue valorado en 2014 en US$148.62 billones y se prevé que para 2021 la cifra supere los US$195.27 billones, un crecimiento de un 4% a nivel global.

El estudio plantea que existe una nueva tendencia del todo incluido de lujo: una modalidad que combina el paradigma del clásico todo incluido con elementos lujosos y exclusivos para ofrecer una mejor experiencia.

Joel Santos, presidente de la Asonahores, dice que el todo incluido también oferta un turismo de lujo que se distingue por características como mejor tamaño de habitaciones, tipo de bebidas, acceso a restaurantes y nivel de servicio.

“Por ejemplo, hay villas de lujo que rentan asistencia de mayordomo, recogida del cliente en el aeropuerto o entregarle su vehículo, es decir, todo los servicios que tiene la hostelería tradicional pero con agregados”.

“El país tiene productos de este tipo que tienen muy buena acogida, obviamente son propiedades de menor tamaño porque el servicio es muy exclusivo, pero realmente tenemos potencial para desarrollar más este servicio”.

A junio de 2018 el país contaba con 78,320 habitaciones hoteleras, para un aumento de 2,505 con relación a igual período de 2017.

Para agosto de este año, los destinos Punta Cana–Bávaro y La Romana–Bayahibe lideraban la ocupación de habitaciones hoteleras con un 87.7% promedio cada uno. Les seguía el destino Samaná, con un 77.7%.

Pero, ¿qué le falta a República Dominicana para estar entre los líderes en el turismo de lujo? A juzgar por Santos, hay barreras en los idiomas, infraestructura, cuidado de las áreas circundantes a las propiedades y en el manejo de la imagen del producto tradicional.

El ejecutivo de Asonahores pondera que se debe profundizar en la diversificación del producto dominicano porque “debemos apelar a mercados diferentes para crecer en número de turistas y en la calidad que demandan y, recordar que el turista de lujo puede incrementar hasta tres veces el gasto del turista tradicional”.

Gasto promedio
En el tercer trimestre de 2018, el gasto promedio de los dominicanos no residentes fue de US$877.35, con una estadía de 15.63 noches, mientras los extranjeros no residentes gastaron US$135.91 en una estadía promedio de 8.67 noches.

El sector aportó ingresos por US$3,978 millones entre enero-junio de 2018, equivalente a un 5.6% de crecimiento, al comparar con los US$3,765 captados en igual período de 2017.

En todo 2017 ingresaron US$7,177.5 millones por turismo, cuando el país recibió a 6,187,542 de no residentes. Tres años atrás, en 2014, solo se registraron US$5,629.8 millones y 5,141,377 de visitantes no residentes.

Alberto Abreu, vicepresidente de Hospitalidad de Puntacana Resort & Club, resalta que entre alojamiento y comida, un turista de lujo con un ingreso por hogar de US$250,000 puede gastar desde US$600 a US$700, dependiendo del hotel elegido.

“El turismo de lujo es de menos volumen de huéspedes y, por ende, exige más exclusividad y tranquilidad”, dice.

Desde 2012, Tortuga Bay, del Grupo Puntacana, exhibe un premio de cinco diamantes, otorgado por la American Automobile Association (AAA, en inglés), la cual realiza inspecciones de hoteles y otorgan desde uno a cinco diamantes a los establecimientos con los más altos estándares de lujo y calidad.

Abreu pondera que la división demográfica de sus visitantes es 65% de Estados Unidos, 20% de Europa y 15% de otros países. Todos con una edad promedio de entre los 45 y 65 años. “Son clientes que tienen un potencial de un 40% de repetir su visita y pasar de un cliente hotelero a bienes raíces”.

Dice que el alojamiento debe tener campo de golf, ya que se considera un gran atractivo para el turismo de lujo.

En 2017, ejecutivos de la Federación Dominicana de Golf (Fedogolf) destacaron que en República Dominicana se juegan unas 294,500 rondas al año y que solo por green fee (tarifas por jugar golf) se generan RD$830 millones, con un ingreso al Estado de RD$150 millones por concepto del impuesto sobre transferencias de bienes industrializados y servicios (ITBIS).

Rafael Canario, vicepresidente ejecutivo de Fedogolf, estimó entonces que el deporte mueve más de US$140 millones.

Para Andrés Pichardo, presidente de Casa de Campo, el golf abre una gran oportunidad para atraer más turistas de lujo. “Desde sus orígenes es practicado en todo el mundo por personas de alto nivel adquisitivo, pero lo promovemos para jóvenes y aspirantes de cualquier estrato”.

“Casa de Campo cuenta con tres campos de golf profesionales. Uno de ellos obra de Pete Dye: Teeth of the Dog o Diente de Perro, como se le conoce comúnmente, el campo de golf número uno del Caribe y 27 a nivel mundial”, dijo.

Pichardo resaltó que el 60% de sus huéspedes son golfistas y gastan US$1,300 por día. Y, una pareja gasta US$1500 por día, además del pago de su alojamiento sea en habitación o villa.

“Paseos en yates a islas cercanas, transfers en helicóptero, servicio de chef privado en la comunidad de su villa, cenas de lujos a orillas del mar Caribe y un aeropuerto comercial y privado a solo cinco minutos”, así describe Pichardo algunas de las comodidades que ofrecen.